- LA GEOPOLÍTICA EN BRASIL
Brasil es uno de los países recientemente industrializados con mayor potencial del momento. Las razones de este éxito económico son evidentes. Su territorio de 8.511.965 km² lo sitúa en cuarto lugar entre los países más extensos de planeta. Un territorio que contiene grandes y variados recursos naturales, entre ellos la mayor reserva de biodiversidad del mundo. La pujante industria brasileña, asociada a un sector agrícola en expansión, genera un producto bruto interno –PBI- que, en 2018, alcanzó a 1.584.315 millones de euros, que convierte al gigante sudamericano en la novena economía del mundo. Este PBI al distribuirse en poco más de 201 millones de brasileños genera un PBI per cápita de 7.563 euros
El Brasil tiene también una importante posición geográfica tanto en el subcontinente sudamericano como en el Atlántico Sur. Su frontera marítima, apuntando vivamente hacia el África, se extiende por 8.700 km de costa, desde más arriba de la desembocadura del Amazonas en el Norte, hasta el límite con el Uruguay en el Sur. El litoral brasileño alberga a 68 puertos de los cuales parten el 95% de las exportaciones del país. Brasil cuenta con catorce estados costeros en donde vive más de la mitad de la población del país y genera también más del 50% del PBI.
En el interior, las 9.700 millas de frontera terrestre de Brasil hacen contacto con todos los países de América del Sur, menos Chile y Ecuador, y comprenden un vasto y poco desarrollado territorio interior al Oeste y al Norte.
La geopolítica brasileña siempre ha buscado su “destino manifiesto” en dos rumbos contrapuestos. Por un lado se presentaba la incitación de su vasta frontera interior, allí la colonización de la Amazonia representaba un reto similar al que enfrentaron los Estados Unidos durante la etapa de la “Conquista del Oeste” o Rusia en su ocupación de los desiertos helados de Siberia. Al mismo tiempo un importante litoral marítimo que comprende la décima mayor plataforma continental del mundo y permite una zona económica exclusiva de 3,5 millones de kilómetros cuadrados, incita hacia una mayor vinculación con el desarrollado mundo occidental.
Así, la geopolítica brasileña nació tironeada entre el sertao y el mar, pero siempre con la ambición de convertir al Brasil en la gran potencia de la América del Sur.
2. EL PROYECTO AMAZONIA AZUL
A partir del año 2000 la geopolítica brasileña ha tomado un nuevo rumbo, donde sin descuidar todo lo vinculado con el desarrollo de la “Amazonia Continental o Verde”, ha puesto mayor interés en el mar.
Con el objetivo de “alertar a los brasileños de la importancia de un área de dimensiones superiores a la Amazonia Continental o Verde”, los geopolíticos de la Marina de Brasil crearon la expresión “Amazonia Azul”, a la que definió como “un concepto político – estratégico que respalda un robusto desenvolvimiento económico, apoyado en la superación de desafíos en el campo político, estratégico, económico, científico, ambiental y social”.
En 2008, durante el gobierno del presidente Inacio Lula Da Silva, Brasil formuló su “Estrategia Nacional de Defesa” donde se establecieron las bases para la formalización del concepto de “Amazonia Azul” que luego se ratificaron en otros instrumentos de gobierno como la “Política Nacional de Defesa” y “Livro Branco de Defesa Nacional”.
La Política de Defensa Nacional al hablar de los intereses nacionales de Brasil destaca “la natural vocación marítima brasileña […] respaldada por su extenso litoral, por la magnitud del comercio exterior a través de él realizado y por la incontrastable importancia estratégica del Atlántico Sur”, destacando su “vital relevancia para el país” de la Amazonia Azul, dado su “elevado potencial de recursos vivos e no vivos, entre estos, las mayores reservas de petróleo y gas de Brasil”.
Brasil se sitúa entre los diez países con mayor zona económica exclusiva, en un océano que como el Atlántico mantiene oculta una incalculable riqueza biodiversa y de recursos energéticos.
Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la Zona Económica Exclusiva de cada país puede abarcar su mar territorial de 12 millas náuticas desde la línea de base, la zona contigua, que llega hasta las 24 millas y el mar patrimonial, que alcanza hasta las doscientas millas náuticas (unos 370 kilómetros lineales), pero que puede ser ampliado bajo ciertas circunstancias previstas en el derecho internacional.
En el caso de Brasil, la Zona Económica Exclusiva superaba originariamente los 3.5 millones de kilómetros cuadrados, es decir, una superficie ligeramente mayor que la extensión de la India.
El 17 de mayo de 2004, Brasil presentó ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, prevista en la Convención de Naciones Unidas para el Derecho del Mar, los antecedentes para un pedido de ampliación de esta en tres regiones geográficas, por un total de 963.000 kilómetros cuadrados.
En esta forma la “Amazonia Azul” abarca una zona económica exclusiva de 4.500 millones de kilómetros cuadrados (el equivalente a la superficie de la Amazonia Verde y a más de la mitad del territorio continental de Brasil) que abarca toda la costa brasileña y las áreas marinas ubicadas frente a la parte continental de Brasil como las ubicadas alrededor de las islas y acantilados oceánicos, como el Archipiélago Fernando de Noronha y las islas Trindade y Martim Vaz, que guarda el 90% de las reservas petrolíferas probadas (en especial las cuencas de Campos, Santo y Expírito Santo, de donde Brasil extrae el 91% de su petróleo, incluido el crudo “presal” que se encuentra a unos seis kilómetros bajo el suelo marino) y el 77% de las gasíferas.
También hay yacimientos de minerales como fosforita, oro, manganeso y calcáreos, con usos diversos que van desde la construcción a la agricultura
Además, la biomasa atlántica proporciona el 45% de la pesca que consume el país. También se hallan algas calcarías que son extraídas y comercializadas dentro y fuera de Brasil. Su uso mineraliza y da sustento al suelo, aumentando la productividad, la calidad y la resistencia a las plagas y enfermedades de los cultivos, reduciendo la dependencia y mejorando la eficiencia del abono químico. Brasil importa cerca del 80% de los fertilizantes que emplea para sus cultivos.
3. EL ROL DE LA ARMADA BRASILEÑA EN LA “AMAZONIA AZUL”
Para cumplir con el mandato institucional (consistente en preparar y empeñar el poder naval -subcomponente del poder marítimo- como parte de la defensa nacional), la Marina Brasileña desarrolla por intermedio de sus programas estratégicos, medios de acción que le permiten mantener la vigilancia y el control de las aguas jurisdiccionales brasileñas.
Entre estos programas, está el “Sistema de Gerenciamiento de la Amazonia Azul” (SisGAAz), cuyo principal propósito es el monitoreo y control integrado del área internacional de búsqueda y salvamento (search and rescue – SAR), con responsabilidad de la Mariana Brasileña, contribuyendo a la capacidad de responder inmediatamente frente a amenazas, agresiones, ilícitos, emergencias o desastres ambientales.
El 17 de abril de 2015, el Comandante de la Armada Brasileña, Almirante Eduardo Barcellar Leal Ferreira, al referirse al rol que cumple su Institución en la defensa nacional del Brasil, declaró “El área marítima de Brasil es de extrema importancia para nosotros. Es tan necesario ejercer control y proteger nuestro patrimonio en tiempos de paz como defenderlo en caso de conflictos. Las aguas jurisdiccionales brasileñas, nuestra Amazonia Azul, poseen cerca de 4,5 millones de km². La tarea de protegerla es inmensa, compleja y exige un poder naval moderno, equilibrado y balanceado en cantidad y calidad.
“En ese contexto, la Armada Brasileña sintió la necesidad de aumentar el presupuesto destinado al desarrollo de proyectos estratégicos, entre los que se destacan el Programa de Desarrollo de Submarinos (PROSUB) y el Programa Nuclear de Armada, cuyo objetivo principal es la construcción del primer submarino brasileño con propulsión nuclear. Además de estos, también se destaca el Programa de Construcción de Corbetas Clase Tamandaré, que contempla la construcción de cuatro corbetas a partir del perfeccionamiento de la Corbeta Barroso, para sumar nuevas funcionalidades al proyecto original. […]
“El PROSUB, que se inició en diciembre de 2008, prevé la construcción de un submarino de propulsión nuclear, cuatro submarinos convencionales, una Unidad de Fabricación de Estructuras Metálicas, que se inauguró el 1° de marzo de 2013, y un complejo ubicado en la Bahía de Sepetiba, en el municipio de Itaguaí en Río de Janeiro.
En cumplimiento de este programa de construcciones navales, el 15 de diciembre de 2018, la Armada Brasileña lanzó al mar el primero de estos submarinos, el SS-40 de la clase “Riachuelo”, desde el Complejo Naval Itaguí.
Se trata de un submarino ensamblado en Brasil derivado directo de la Clase Scorpéne, originariamente un proyecto conjunto hispano – francés que admite muchos cambios y mejoras a lo largo de su diseño y fabricación. Chile fue el primer país en incorporarlos a su Armada con dos unidades el SS-22 General Carrera y el SS-23 General O’Higgins (proas fabricadas en Francia, popas en España, un buque ensamblado en cada país) que debían llevar un sonar lateral (no el remolcado) y torpedos Black Shark Mod. 3, además de misiles antibuque Exocet.
El Riachuelo posee un casco de mayor tamaño, con una eslora de 71,6 metros; contra los 66,7 del original, y un peso de 1.870 toneladas, casi 170 más que el estándar, aloja además cuatro tripulantes más llegando a una dotación de 35 hombres.
Esta versión no incluye el MESMA (Module d’Energie Sous-Marine Autonome), el sistema de propulsión independiente de la atmósfera mediante el uso de oxígeno y etanos. Este Air Independent Propulsion francés fue oficialmente sustituido por espacio para cuchetas, baterías y combustible (lo que le da una autonomía de 50 a 70 días sin emerger.
Los submarinos clase Riachuelo (S-BR) comprenden una serie de cuatro unidades que estarán operativos hacia finales de 2022. Después del S-40 toca el turno al Humaitá (S-41), a fines de 2020, en 2021 el Tonelero (S-42) y el Angostura (S-43).
El desarrollo del PROSUB demando la construcción en Itaguaí de 520.000 m² de talleres, muelles y medios industriales. La Itaguaí Construcciones Navales, creada en 2009, es la nueva Base de Submarinos de la Marina do Brasil, sustituyendo a la de Mocangué (Niteroi), que también aloja a los buzos de combate (GRUMEC).
Itaguaí, próxima al futuro Polo Tecnológico del Ejército y a la Base Aérea de Santa Cruz, alberga cuatro grandes proyectos: dos astilleros, un edificio en el que están instalados los sistemas de elevación y otros para el mantenimiento de submarinos: la base Naval y el Complejo Radiológico.
Se inauguró en diciembre de 2014 pero estará activo al cien por ciento recién en 2021. Brasil ha invertido más de cinco mil millones de dólares en la construcción del conglomerado. Antes, en febrero de 2013, se entregó la Unidad de Fabricación de Estructuras Metálicas (UFEM), parte vital en la infraestructura industrial y el mantenimiento de los submarinos, que había empezado a erigirse en 2010. Ocupa un área de 96.000 m², 57.000 de ellos construidos.
Otro componente del poder naval que Brasil esta gestando en asociación con la firma europea Atlas Elektronic para equipar a los submarinos, es el TPNer (Torpedo Pesado Nacional). La producción de este armamento forma parte de los objetivos estratégicos a largo plazo de la Marina Brasileña para garantizar la protección de la Amazonia Azul.
El torpedo, con un transductor semejante al MK-37 nacionalizado por la Fundación de Estudios del Mar (FEMAR), es definido como esencial para permitir al país armar a sus futuros sumergibles. De hecho, el grado de nacionalización del programa se incrementará en cada sumergible botado al mar.
En la construcción de la UFEM y del Astillero y Base Naval participaron más de seiscientas empresas brasileñas, que garantizaron que el 95% de los componentes y sistemas empleados eran producidos por la industria del país. En la búsqueda de proveedores de partes para los submarinos convencionales Clase Riachuelo concursaron casi doscientas firmas brasileras, de las cuales la mitad fue precalificada. El contrato de producción en Brasil de los “Scorpéne” establece que más de noventa ítems deben ser adquiridos en el país y prevé además la integración del software y el soporte técnico para las empresas durante la fabricación de los productos.
Los ingenieros de la Fundación Ezute serán responsables del mantenimiento de los sistemas de combate de los submarinos convencionales, el Thale SUBTICS. Los motores eléctricos son fabricados por WEG Equipos, de Jaraguá do Sul (Santa Catarina), así como casi todas las baterías de la alemana Hagen, del Grupo Exide, empiezan a ser fabricados por Rondopar, de Londrina (Paraná). Adelco va a producir convertidores estáticos: de un total de dieciséis, dos serán hechos en Francia y los demás en el interior paulista. El Grupo de Tecnología Informática Stefanini proveerá en el caso del Submarino de Propulsión Nuclear, el Sistema de Gestión de Programas (IPMS), así como los comandos de la interfaz de control, proyectando las redes de dispositivos de Seguridad Cibernética.
Tramar, de Cavreúba, en el interior de São Paulo, fue calificada como proveedora de los cables a instalar, según especificaciones establecidas por Naval Group Micromazza, de Vila Flores (Río Grande do Sul) fue seleccionada y capacitada para producir las válvulas del casco, según un proyecto original de la empresa francesa. Altec, de São José dos Campos (proveedor de Helibrás, Embraer, Sonaca, el Instituto de Pesquisas Espaciales y la FAB), se encargará de los carenados hidrodinámicos, timones y ventanas acústicas, con un fábrica exclusiva para ello. A medida que se desarrolle el PROSUB más firmas brasileñas se integrarán al mismo.
En esta forma la Armada Brasileña se equipa y prepara para proteger los recursos naturales de la Amazonia Azul y al mismo tiempo impulsa el desarrollo nacional. Todo ello con el apoyo de una clara concepción geopolítica nacional.