Finalmente, el presidente Muhamadu Buhari obtuvo un nuevo mandato para permanecer por un nuevo período de cinco años en Aso Rock, la villa presidencial de Nigeria situada en la ciudad capital de Abuya.
Candidato por el partido Congreso de todos los Progresistas, Buhari obtuvo el 56% de los votos válidos frente al 41% de su más próximo competidos, el candidato del Partido Demócrata Popular, Atiku Abubakar, un próspero empresario y exvicepresidente.
Los comicios se realizaron, después de una postergación de una semana por problemas logísticos, el sábado 23 de febrero y del que sólo participó el 40% de los 72 millones de electores habilitados.
Buhari se impuso en 19 de los 36 estados que integran Nigeria, mientras que Abubakar triunfó en 17 de ellos y en la capital.
El 3% restante de los votos se distribuyó entre los 71 candidatos presidenciales restantes.
Como suele ocurrir en los procesos electorales africanos la violencia fue uno de los grandes protagonistas de los comicios. Aproximadamente, doscientos sesenta personas perdieron la vida desde octubre de 2018 en hechos de violencia vinculados de diversa forma con el proceso electoral. Entre ellas figuran los 16 muertos ocurridos el día de la votación y los 47 muertos ocurridos en los días posteriores.
También como es frecuente en estos procesos el candidato derrotado denunció que se había cometido fraude y ocurrió sin éxito a la justicia.
Durante la campaña electoral, Buhari presentó un programa de gobierno que denominó “El siguiente nivel” que en realidad proponía tan sólo la continuación de las políticas y programas aplicados en su pasada administración, como los planes de inversión social, el gasto para la inversión en infraestructura básica financiada con déficit y la creación de empleos en el sector público.
Nada nuevo y muy poco para cambiar el rumbo del país más poblado de África, que ni siquiera sabe con certeza cuantos habitantes tiene -el último e incompleto censo data de 2006-.
Que es la primera economía del continente pero la mayor parte de su población debe arreglarse con ingresos de menos de dos dólares diarios y que ha superado a la India como el país con mayor número de pobres. Nigeria tiene 87 millones de pobres contra 73 millones de la India.
El otro gran problema del gigante africano es la violencia. En 2015, según un informe elaborado por el Peace Reserch Institute Oslo y el Uppsala Conflict Data Program, el 23% de las muertes provocadas por ataques terroristas del mundo (aproximadamente una de cada cuatro víctimas) se produjo en Nigeria.
El principal responsable de esas muertes es el grupo yihadista Jama´Atu Ahlis Sunna Wal-jihad Lidda´Awati, que podría traducirse como “personas comprometidas con la propagación de las enseñanzas y la yihad del Profeta”, pero a quien todos incluso las autoridades de la ONU- identifican por la sigla de Boko Haram.
Este grupo salafista se fundó en 2002, en la localidad de Maidunguri, en el Estado nigeriano de Borno. Su fundador fue Ustaz Mohammed Yusuf, militante y líder de este hasta 2009. En el año 2004 al inicio de las acciones armadas su sede fue trasladada a Kanamma, en el Estado de Yobe, donde se constituyó una central operativa denominada “Afganistán”.
En julio de 2009, tras la muerte de Mohamed Yussuf, histórico líder de Boko Haram y unos ochocientos de sus seguidores a manos del ejército nigeriano, su mano derecha Abubakar Shekau se hizo cargo del liderazgo del grupo salafista.
La noche del 14 al 15 de abril de 2014, terroristas del grupo Boko Haram se apoderaron de un instituto educativo en Chibok donde secuestraron a 223 jóvenes estudiantes trasladándolas hacia la frontera con Camerún. El hecho conmocionó al mundo y despertó la solidaridad internacional. En los meses siguientes se recuperaron a aproximadamente 150 de las niñas secuestradas.
En agosto de 2016, surgió un conflicto interno y un grupo encabezado por Abu Musab al Barnawi -seudónimo que supuestamente oculta a un hijo del asesinado fundador de Boko Haram, Mohammed Yusuf- con el apoyo del Estado Islámico -o ISIS según la sigla en inglés o DAESH como se lo conoce en el mundo islámico- anunció que un grupo de Boko Haram se desvinculaba del emir Abubakar Shekau y pasaba a denominarse “Provincia de África Occidental del Estado Islámico”.
Más allá de sus posibles diferencias y rivalidades personales y tribales, estos grupos son islamistas salafistas que practican la yihad o guerra santa y demandan la aplicación de las leyes islámicas “Al ?ari´a” -Sharía-.
Además de la proliferación de grupos islamistas salafista yihadistas en los estados del noreste del país: Borno, Yobe y Adamawa. En el sur del territorio nigeriano, allí donde se realiza la explotación petrolera en el Delta del río Níger, operan múltiples milicias tribales que practican la guerra de guerrillas y han llevado a la militarización total de la región.
Estas milicias reclutan sus miembros entre los pueblos ogoni e ijaw, los más afectados por la depredación medioambiental de las empresas petroleras multinacionales; y demandan una más equitativa distribución de la renta petrolera.
Estos grupos prosperan en base a la extorsión a las mismas empresas extranjeras que combaten. La más grande e importante de estas milicias es el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger -MEND- fundado por Godswill Tamuno y Jomo Gbomo, en diciembre de 2005.
En el cinturón medio del país, la violencia se produce por conflictos étnicos entre los pueblos de pastores y agricultores por la posesión de las tierras agrícolas.
Además, el empleo de la violencia letal es sumamente frecuente en situaciones de conflicto civil, tales como los robos a mano armada y los asesinatos extrajudiciales originados por conflictos comerciales o disputas sociales. La tasa de homicidios es de 9,85 cada 100.000 habitantes. En 2015, se registraron 17.843 asesinatos en todo el país, aunque probablemente esta cifra sea sustancialmente mayor, por la existencia de muertes no denunciadas y cadáveres no encontrados por las autoridades, especialmente en la zona rural.
Este segundo mandato de Mahamadu Buhari será el último. Tanto porque así lo establece la constitución nigeriana como por el hecho de que el anciano presidente de 76 años se encuentra gravemente enfermo, a lo largo de su anterior mandato debió pasar en 170 días recibiendo tratamiento médico en Londres.
La reelección del anciano Buhari, lamentablemente no es una buena noticia para la estabilidad de Nigeria ni para África.