La insistencia de Nicolás Maduro de mantenerse ilegítimamente en el poder en Venezuela, cuando la mayoría de su pueblo y la comunidad internacional demanda la inmediata realización de elecciones auténticamente libres, transparentes y democráticas, esta a punto de sumergir al país caribeño en un baño de sangre.
Maduro resiste con el apoyo de un reducido grupo de países que tiene intereses económicos o cuyos gobierno también enfrentan cuestionamientos internacionales por sus prácticas antidemocráticas.
China y Rusia, los principales aliados del régimen chavista, han expresado su firme apoyo a Nicolás Maduro y han advertido a los Estados Unidos que se opondrán a una “intervención militar” en Venezuela.
Rusia, uno de los mayores aliados de Maduro, al que ha respaldado con generosa ayuda financiera en el sector de los hidrocarburos y militar, ha hecho una defensa encendida del régimen chavista. “Consideramos que el intento de usurpar el poder en Venezuela contradice los principios del derecho internacional”, ha manifestado el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, en una rueda de prensa.
Entre los años 2001 y 2011, Venezuela llegó a ser uno de los principales clientes mundiales de la industria armamentística rusa.
En diciembre de 2018, las fuerzas armadas bolivarianas y sus homólogas rusas llevaron a cabo las maniobras militares a pocos kilómetros de la frontera con Colombia. Es esa ocasión los rusos enviaron dos aviones Tu-160 (Black Jack, en la terminología de la OTAN) capaces de ser armados con doce cohetes de crucero con ojivas nucleares o convencionales y cuarenta toneladas de bombas. incluyeron también un aparato de transporte militar An-14 y un avión de pasajeros Il-62.
Los aviones rusos, en una clara demostración de su capacidad operativa, volaron trece mil kilómetros sobre aguas internacionales del océano Atlántico, atravesando los mares de Barents, Noruega y el Caribe. Para ello los aviones rusos debieron repostar combustible en el aire sobre aguas de Noruega empleando aviones tanques II-78.
En esa ocasión se mencionó que el gobierno de Vladimir Putin estaba evaluando la instalación de una base militar en La Orchila, una pequeña isla ubicada a doscientos kilómetros al noroeste de Caracas, donde la armada venezolana tiene un apostadero naval.
Aunque el principal inversor en el país caribeño es la República Popular China, que ha otorgado en los últimos años a Caracas prestamos por unos 70.000 millones de dólares. Moscú ha aportado desde 2006 al menos 17.000 millones de dólares, en forma de préstamos, líneas de crédito e inversiones. En diciembre de 2018, durante una visita de Maduro a Moscú, el presidente Vladimir Putin otorgó un último préstamo de 6.000 millones y 600.000 toneladas de cereales para aliviar las penurias alimentarias del pueblo venezolano.
Muchos de los préstamos y las inversiones rusas han sido canalizados a través de la empresa Rosneft, el gigante estatal de petróleo y el gas manejado por el aliado de Putin, Igor Sechin. De acuerdo con su último reporte anual, Rosneft vendió 2.500 millones de dólares en petróleo producido por la estatal petrolera venezolana PDVSA hacia finales de 2017.
Aunque Venezuela no ha pagado rápidamente sus deudas con petróleo, Rusia, en general, no ha tenido problema con eso, ya que espera recibir licencias para la extracción de petróleo y gas potencialmente lucrativas. Tiene grandes participaciones minoritarias en cinco empresas conjuntas con PDVSA. Produjeron 59 millones de barriles de crudo en 2017, más del 8% de la producción anual venezolana.
“Nunca dejaremos que nadie nos saque de aquí”, dijo Sechin en una ocasión con respecto a los planes de Rosneft para Venezuela. Aunque en la actualidad el país no puede producir mucho petróleo por los enormes errores de gestión del gobierno chavista, tiene las reservas de crudo más grandes del mundo. A Rusia, con apenas un tercio de esas reservas comprobadas, la permanencia en Venezuela le ayuda a garantizar una participación en el mercado petrolero, mientras haya demanda.
Si Nicolás Maduro deja la presidencia y un gobierno respaldado por los Estados Unidos lo reemplaza, es muy probable que los planes rusos deban modificarse o directamente suspenderse y que Venezuela finalmente no pague sus deudas a los rusos.
Pero, los verdaderos intereses de Vladimir Putin en el Caribe no son económicos sino geopolíticos. Por supuesto que Rusia se beneficia con los negocios petroleros, la venta de armamento y hasta de cereales.
Para Putin es tanto o más importante balancear las presencia y actividades de los Estados Unidos y la OTAN en Europa Oriental y especialmente en las exrepúblicas soviéticas: Ucrania, Georgia, Moldavia y los países bálticos.
Por lo tanto, apoyará a cualquier gobierno que sea hostil a Occidente e intentará obtener presencia militar permanente en el Caribe un región que Washington considera su “patio de atrás”.
En ese contexto se entiende que el Kremlin haya desplegado en Venezuela a cuatrocientos mercenarios del “Grupo Wagner”, una empresa de servicios militares formada por es oficiales del GRU -el servicio de inteligencia militar de Rusia-, que además coordina todas sus actividades con el Ministerio de Defensa ruso.
A diferencia de otras empresas de servicios militares que suelen limitarse a desarrollar tareas de seguridad y logísticas en zonas de guerra, los mercenarios del “CHVK Wagner” cumplen misiones de combate.
El Grupo Wagner, creado en 2014, ha desarrollado acciones de combate y entrenamiento militar activo en Ucrania, Siria, República Centroafricana y Sudán.
El CHVK Wagner, cuenta con tres mil hombres que se entrena en instalaciones compartidas con la 10ª Brigada de Spetsnaz del GRU, en Molkino, en la región de Krasnodar. Además, sus hombres están capacitados para operar sus tanques, vehículos blindados de transporte de personal, el sistema de lanzamiento múltiple de cohetes Grad BM-21 y artillería pesada. Un pequeño pero poderoso ejército secreto al servicio del Kremlin.
Por el momento, el gobierno chavista ha declarado que los mercenarios rusos están asignados a la protección del presidente Maduro.
Los rusos parecen temer el desplazamiento del régimen chavista por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana o un ataque quirúrgico que detenga al presidente Maduro.
De ahora en más, cualquier proyecto de desplazar al chavismo por medio de una acción violenta a partir de ahora deberá contemplar como neutralizar una eventual resistencia de los mercenarios rusos y, posiblemente, de una buena parte de los “trabajadores” cubanos instalados desde hace años en todos los estamentos de la administración pública venezolana.
Por sobre todas las cosas, esta intromisión de Rusia en la esfera de influencia estadounidense en América Latina es una grave alteración del statu quo entre las superpotencias a la que Washington deberá responder a corto plazo.