Llegadas estas fechas es de rigor desear unas buenas vacaciones, seguro que el descanso está merecido. Es un momento especial en el año para aquellos a quienes su situación económica les permita romper con la rutina del trabajo, para sustituirla durante unos días por la del ocio, buscar cobijo en un lugar diferente, broncear sus cuerpos, pasear, recuperar la convivencia familiar o realizar ese viaje soñado durante el año y que ha sido posible reservando cada mes una parte del salario. Ese viaje que será más instantáneo que el deseo de realizarlo, por eso se harán millares de fotografías con las que saturar a los amigos y mantenerlo hasta las próximas vacaciones en el recuerdo.
Luego están los otros, a los que la fortuna no se les ha aparecido durante del año y siguen engrosando la lista del paro, o los que su salario precario no les va a permitir más que tomar la fresca en las tardes junto a los vecinos en el parque público del barrio.
Entre esas dos realidades transitan la mayoría de los españoles.
En cualquier caso, unos y otros tomarán distancia del “serial televisivo de la vida política”. No les preocupará si el chico nuevo recientemente aparecido lo único que pretende es levantarle la chica al otro, si la policía tiene pruebas del crimen contra él, si el hacendado prefiere que todos se arruinen antes que ceder… Se suspende la emisión hasta la nueva temporada. Sentirán que entre ellos y la política se crea una distancia temporal de indiferencia. Esto les permitirá respirar con mayor profundidad ¡¡ hasta septiembre!! Recuperar una suerte de individualismo que otorga una aparente sensación de felicidad; pensar en otras cosas.
Ahora bien, la consciencia de los problemas sigue ahí y según los días se vayan acortando se irá recuperando como asignaturas pendientes que alguna vez serán aprobadas. Aunque tal y como se cierra el curso no saben bien ni cuándo, ni por quién.
Lo positivo es que con lo rápido que han ido las cosas en los últimos meses han recuperado la esperanza de que tal vez de una forma u otra la máquina de lo público comience a caminar y con ello las expectativas personales también empiecen a tomar otro cariz más ilusionante. Claro está, que siguen creyendo que si dependiera de ellos todo sería posible y rápido. Ya se sabe en política como en el fútbol, en la cura de enfermedades y en otras cosas más, nuestras soluciones siempre son mejores, incluso las únicas buenas.
No nos engañemos, hay que esperar a que sean los políticos y la política no sólo los que ofrezcan las soluciones sino los que las construyan. Ellos no pueden dejar de pensar en vacaciones. El escenario que se abrirá en septiembre volverá a engancharnos intensamente de nuevo al “como va lo nuestro público”. El avance de los próximos capítulos se muestra interesante.
El desenlace está previsto en principio para el mes de mayo. Un proceso electoral determinante con unas elecciones locales, regionales y europeas que van a condicionar a todos. Diez meses para hacerse acreedores de la confianza de los electores.
Casado y el “nuevo PP” tienen que dar prueba de su novedad, que no parece ser en lo ideológico por la patita ya enseñada. El PP se mueve en un perímetro ideológico programático inmutable dirigido a un porcentaje importante de la sociedad española que se siente a gusto ahí. Al PP lo ha sacado del Gobierno la imagen de corrupción y su inmovilismo y es en la corrupción donde tiene el mayor escollo. Una imputación a Casado como la de su compañera Cifuentes dejaría a la derecha clásica con una herida de difícil restañamiento. Los perdedores de su Congreso Extraordinario no van a perder ni un solo minuto para dejarse ver. Si la izquierda es cainita, la derecha cuando se pone a ello es capaz de superarla con creces. El PP puede tener en puertas la más grave crisis de su historia y son conscientes de ello, pues su estrategia tradicional de acoso y derribo al gobierno puede quedar pronto deslegitimada.
Tienen además un riesgo nuevo que es esa derecha new wave que con su bloqueo a la moción de censura de Madrid y su mirada para otro lado en la presentada contra Rajoy ha realizado un declaración de principios más efectiva que 200 resoluciones congresuales y 5000 ruedas de prensa. El abandono de la transversalidad riveriana no les ha dejado más discurso valido que el de del nacionalismo conservador español post franquista. A quien le interese la política va a ser un interesante ejercicio ver como durante los próximos meses se producen las convergencias y divergencias entre ambos, pues tanto unas como otras les van a ser muy difícil de articular.
Es fácil ver que la mayor convergencia estará en el tema catalán, donde desde el punto de vista del observador, también se presenta como interesante y preocupante. A Puigdemont no le queda otra que seguir en el monte y a sus leales puestos e impuestos por él no les queda más remedio que, sin razón o con ella, defenderle hasta la muerte. La partida no está finalizada y la disgregación en el conglomerado independentista se va a ir produciendo día a día. En tanto unos entiendan que la vuelta a la institucionalidad y al pacto es la única salida posible y ello lo van a hacer con mucha puesta en escena (tienen buenos actores), y otros permanezcan en el mesianismo de su destino histórico de conseguir ahora sí o sí la República Catalana, la bronca está servida. Esperemos que unos días en la Costa Brava les haga reflexionar. Un flaco favor haría a los ciudadanos si consideran que, como meses atrás, la solución pasa por debilitar al Gobierno de España. Este ha sido claro en sus límites y condiciones, incluso generoso por el desgaste político que ello supone. Por otro lado, forzar un adelanto electoral con el riesgo de la vuelta del PP, solo o en coalición con Rivera, motivado por la ingobernabilidad creada por los partidos políticos independentistas les supone haber elegido ellos solitos “muerte” en lugar de “susto”.
El Gobierno y con él el PSOE, no deben de perder ojo en las elecciones de mayo. Esas elecciones van a configurar el marco político, incluido el Nacional, en el que se va a mover España en los próximos cuatro años. Es la bondad y el problema del Estado descentralizado que el poder también se encuentra muy repartido e igualmente legitimado. Por ello, el Gobierno no puede ni debe comportarse como si hubiera ganado unas elecciones. Tiene que actuar para que su proyecto para España se vea desde los diferentes prismas como un proyecto necesario de País, ni exclusivo ni tampoco excluyente, donde otras visiones de la política y la acción social tienen cabida. El mayor ejercicio de gobernabilidad para España en este momento, sin demérito de gestionar de forma eficaz las cosas públicas de cada día, es dotar a este país de una narración para el nuevo tiempo. Siendo sabedores de su complejidad, y de que algunas cuestiones se convertirán en fuerzas de choque con otras. Un gobierno feminista y europeísta es un contundente marchamo de intenciones que toma las riendas de los dos mayores problemas que tiene la sociedad española y europea en este momento. Ahora es una cuestión importante como se traduce esto a la realidad con una gestión que rompa dinámicas endógenas de lo público y lo político como inmodificable. Lo esencial es cambiar realidades y hacer sólidas nuevas visones de los problemas y nuevas soluciones.
De todos modos si ustedes no son políticos no piensen mucho en esto, disfruten del verano y en septiembre ya veremos.