La presencia militar estadounidense en África no ha dejado de incrementarse desde los atentados del 9/11. En el año 2002, el presidente George W. Bush lanzó la llamada “Iniciativa Pan Sahel”, un intento de que los ejércitos de la región saharo – saheliana cooperen entre sí y con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo yihadista y el crimen organizado en la región.
La creciente importancia que los planificadores del Pentágono otorgaban al continente africano se hizo evidente en 2007, cuando la Administración Obama creó el USAFRICOM, el Comando de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos para África.
Desde diciembre de 2010, en que el Secretario de Defensa, Robert Gates aprobó la última restructuración de las fuerzas armadas estadounidenses (United States Armed Forces). Las mismas quedaron organizadas en nueve comandos de combate unificados, a saber: África, Central, europeo, Norte, Pacífico, Sur, Operaciones Especiales, Estratégico y de Transporte.
Aunque esta organización seguramente se modificará cuando se materialice la reciente decisión del presidente Donald Trump de crear una fuerza espacial como sexta división de las USAF.
En 2013, el presidente Barack Obama autorizó la “Operación Juniper Shield” destinada a frenar la expansión yihadista de Boko Haram en Nigeria y la “Operación Juniper Micron”, en Mali para cooperar con la fuerzas francesas que llevan a cabo la “Operación Barkane”.
Desde entonces la presencia militar estadounidense no ha cesado de incrementarse acompañando la también creciente actividad yihadista. Entre 2010 y 2017 el número de incidentes terroristas de esa etiología se incrementó un trescientos por ciento; y los países que experimentan actividades terroristas en forma permanente pasaron de cinco a doce. Al mismo tiempo, según el “Africa Centre for Strategic Studies”, dependiente del departamento de Defensa de los Estados Unidos, el número de grupos terroristas que el Pentágono considera como amenaza se incrementó de cinco en 2002 a veintiuno en 2017. Aunque algunos expertos consideran que la lista es considerablemente más extensa.
Aunque el número de bases estadounidenses en África es difícil de precisar por que el USAFRICOM continuamente cierra algunas instalaciones y abre otras. En 2017, los estadounidenses contaban con al menos cuarenta y cinco bases distribuidas en veinticuatro de los cincuenta y cuatro países africanos.
De las cuales al menos quince constituyen “localizaciones permanentes”, el resto se dividen en tres categorías: bases de operaciones avanzadas (FOSes según sus siglas en inglés); localizaciones de seguridad cooperativa (CSLs) y localizaciones de contingencia (CLs).
Las dos localizaciones permanentes del USAFRICOM son el campamento Lemonnier en el diminuto estado de Yibuti, en el Cuerno de África y en aguas del mar Rojo, y la base que rentan al Reino Unido en la isla Ascensión en la costa oeste de África.
Veamos las características de la base de Camp Lemonnier tal como las describe el estudio: “La Geopolítica de las bases militares (V)”, elaborado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos.
Ubicada en la localidad de Ambouli, a escaso kilómetros de la capital de Yibuti, se halla Camp Lemonnier, la única base militar permanente de los Estados Unidos en suelo africano. Esta instalación conjunta operada por la U. S. Navy proporciona todos los medios de combate y apoyo necesarios para realizar acciones antiterroristas, de estabilización y de lucha contra la insurgencia en el Cuerno de África. Emplazada en las antiguas instalaciones del 5° Regimiento Inter Armas de Ultramar francés, la base acoge a la Fuerza Conjunta – Combinada del Cuerno de África (CJTF-HoA).
Constituida tras los ataques del 11/9 para apoyar la “Operación Libertad Duradera” en Kenia, Etiopia, Sudán, Somalia, Eritrea y Yemen, la CJTF-HoA estableció, inicialmente, su cuartel general en el buque USS Mount Whitney atracado en el puerto de Yibuti. Paralelamente, Washington procedió a negociar con este país africano el arrendamiento para combatir el terrorismo yihadista.
En 2003, Camp Lemonnier comenzó a operar bajo el mando del Cuerpo de Marines hasta que, tres años después, la Armada tomó el control de estas instalaciones cuyas operaciones recaerían dentro del área de responsabilidad del Central Command (CENTACOM). En ese entonces las instalaciones sólo abarcaban 390 m².
En 2009, un años después de que Camp Lemonnier pasara a formar parte del área de responsabilidad del recién creado AFRICOM, se produjo una nueva ampliación de la base con la construcción de una pista de rodaje y zona de estacionamiento de aeronaves.
En 2013, Camp Lemonnier experimentó una nueva ampliación con la construcción de dos grandes zonas de estacionamiento capaces de albergar medio centenar de aeronaves, así como hangares, talleres, depósitos, servicios y barracones.
Finalmente, en 2014 Camp Lemonnier logró su configuración definitiva tras suscribirse un acuerdo por el que los Estados Unidos arrendaría la base durante un periodo de veinte años prorrogable tras la negociación de los términos del contrato por un precio de setenta millones de dólares anuales, doblando así el costo del alquiler anterior.
Con la extensión aproximada de cuatro mil metros cuadrados, la base acoge entre 3.000 y 4.000 estadounidenses entre personal militar, contratistas civiles y personal civil del gobierno de los Estados Unidos (muchos de ellos analistas de la Agencia Central de Inteligencia). Por razones de seguridad todo el personal se halla confinado dentro de las instalaciones (comedores, gimnasio, cafés o una piscina). A este personal hay que sumar un millar de trabajadores locales o de terceros países que diariamente prestan sus servicios a la base.
Actualmente, Camp Lemonnier no sólo alberga al CJTH-HoA para combatir el terrorismo, promover la estabilidad y apoyar la generación de capacidades locales en esta región, sino que otras 23 unidades tienen allí su base, entre las que se destaca el Cuartel general del Mando Conjunto de Operaciones Especiales para el Cuerno de África (JSOTF-HoA) al mando de un millar de efectivos de las fuerzas armadas -incluyendo el 10° Grupo de los Navy Seal- que realizan operaciones abiertas o encubiertas en toda la región. También existen entre seis y doce centros de mando y control de drones que, desde sus aeródromos en lugares remotos de la geografía africana, cubren el área comprendida entre el Cuerno de África, Libia, Malí y República Centroafricana.
En estos centros se encuentran varios centenares de efectivos de la CIA y de la Fuerza Aérea, entre operadores, analistas de inteligencia, mecánicos y tratadores de imágenes.
Asimismo, en Camp Lemonnier se halla acuartelada una fuerza de seguridad del Cuerpo de Marines que proporciona la seguridad diaria de la base, un batallón de ingenieros navales para el mantenimiento de las instalaciones, el destacamento logístico encargado del punto de suministro de combustible del puerto de Doraleh que, situado a seis kilómetros de la base, reabastece a los buques estadounidenses y aliados que transitan por la zona, y dos regimientos -uno de infantería y otro de artillería- del Ejército de Tierra para labores de protección, adiestramiento o cooperación civil – militar con las fuerzas locales. Finalmente, el vector aéreo de Camp Lemonnier está formado por el 449° Grupo Aéreo Expedicionario (compuesto por aviones HC-130P Hércules para labores de búsqueda y rescate), el 870° Escuadrón de Reconocimiento Expedicionario (con MQ-9 Reaper de reconocimiento y ataque), un destacamento de aviones de transporte C-17 Globemaster, varios helicópteros pesado CH-53 Super Stallion, varios cuatrimotores de patrulla marítima P-3 Orion y varios turbohélices U-28ª para labores de inteligencia.
Además la base ha albergado de forma temporal un escuadrón de cazabombarderos F-15E Strike Eagle para apoyar al gobierno yemení y atacar objetivos designados por la CIA o el mando de operaciones especiales en 2011, un escuadrón de cazabombarderos F-16C Fighting Falcon y varios aviones de reabastecimiento KC-135 Stratotanker en previsión de una crisis en Sudán del Sur en 2016, varios cuatrimotores de reconocimiento EP-3E Aeries II para realizar labores de inteligencia en el Golfo de Adén en repetidas ocasiones, dos aviones de patrulla marítima P-3C Orion nipones para apoyar las operaciones antipiratería entre 2009 y 2011 o numerosos convertiplanos V-22 Osprey del JSOTF-HoA para realizar misiones de infiltración, exfiltración o rescate.
Estratégicamente situada entre el Mar Rojo, el Golfo de Adén y el Océano Índico, la base de Camp Lemonnier se ha convertido, desde los sucesos del 11 de septiembre de 2001, en el principal pilar de la presencia militar estadounidense de África. Además de ser la primera y única base permanente del país en el continente, posee la mayoría de los centros de mando de los drones que operan en la región y acoge al grueso de las fuerzas de operaciones especiales. También, desde Camp Lemonnier se planean las acciones encubiertas y se lideran las operaciones antiterroristas en puntos geográficos tan calientes como Yemen o Somalia.
Camp Lemonnier también tiene un papel esencial en la obtención, tratamiento y diseminación de inteligencia sobre los grupos yihadistas que operan en el Cuerno de África, Oriente Medio e incluso el Sahel.
Además de este conjunto de funciones que abarcan inteligencia, antiterrorismo, gestión de crisis, contrainsurgencia o generación de capacidades locales en la región, no puede olvidarse que la posesión de una instalación de estas características en las puertas del Golfo de Adén permite apoyar la lucha internacional contra la piratería en el Cuerno de África y monitorear el tráfico marítimo entre el Océano Índico y el Canal de Suez, así como cualquier movimiento terrestre o aéreo en el sur de la península arábiga.
El inventario de localizaciones de contingencia, por su parte, incluye localizaciones en Nzara (Sudán del Sur); Arlit (Nigeria); Bamako y Gao (Mali); Kasenyi (Uganda); Victoria (la capital de las Seychelles); Monrovia (Liberia); Ousassa y Nema (Mauritania); Faya Largeau (Chad), Bujumbura (Burundi); Lakipia (en la base aérea keniana); y otra base aérea keniana en Wajir que la marina estadounidense actualizó y expandió a esta última década. También se encontraba un puesto fronterizo en Arba Minch (Etiopía) que se cerró oficialmente en 2015 después de cinco años de operaciones.
Una localización de contingencia a largo plazo se encuentra en Niamey, la capital de Níger, que ha visto un marcado crecimiento en los últimos años, mientras que también tiene una localización más remota, una base militar de para el empleo de drones en Agezed, cuya construcción demandó cien millones dólares.
Otra base de drones esta en Yamena (Chad) desde allí se realizan operaciones contra Boko Haram y en Yemen.
La envergadura del despliegue estadounidense en África comprende aproximadamente a 7.000 hombres de las fuerzas armadas, incluidos el 17% de sus fuerzas especiales (en 2001 solo albergaban el 1% de este tipo de fuerzas).
Desde 2001, han muerto 36 efectivos de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en África, las últimas bajas se produjeron el pasado 4 de octubre, en Níger, cuando cuatro soldados de las fuerzas especiales estadounidenses y cinco soldados nigerianos resultaron muertos en una emboscada montada por el Estado Islámico en el Gran Sahel, la filial local del ISIS o Daesh.
Además, Estados Unidos destinó 954 millones de dólares entre 2015 y 2018 en programas de asistencia para la lucha antiterrorista.
Además, de los efectivos de la USAF, el Pentágono mantiene contratos con diversas empresas de servicios militares que desarrollan una variedad de actividades que van desde el apoyo logístico, custodia de instalaciones hasta interrogatorio de prisioneros, traductores y recuperación de inteligencia. Esto implica la presencia en África de un número no precisado de “contratistas civiles” -no necesariamente estadounidenses- que es el nombre actual de los mercenarios.
La mayor presencia militar estadounidense en el continente africano responde no sólo a los intereses geopolíticos y económicos americanos sino especialmente a una mayor actividad terrorista y del crimen organizado en esta región.
Esto indica que cada día más, África corre el riesgo de convertirse en un campo de batalla entre el yihadismo y occidente.