El separatismo, mal denominado “nacionalismo”, se ha convertido en la principal amenaza a la seguridad para los Estados en la segunda década del siglo XXI.
Hoy, los grupos separatistas compiten con los terroristas yihadistas y el crimen organizado transnacional como principal preocupación de los jefes de Estado y sus responsables del mantener el orden y la seguridad interior.
El separatismo atenta contra la integridad territorial y la soberanía de los Estados por todo el planeta. Desde las pretensiones separatistas de los mapuches que intentan mutilar en su provecho los territorios patagónicos de Argentina y Chile, hasta las demenciales aspiraciones del Frente Polisario que, con el auspicio de Argelia, pretenden usurpar las provincias saharianas de Marruecos. Pasando por los secesionistas de Escocia, Cataluña, el país vasco, Bretaña y la siempre presente Córcega.
Precisamente, la isla francesa de Córcega ha sido noticia esta semana, cuando el presidente francés Emmanuel Macron culminó su visita de dos días a esta región, la primera desde que llegó al Eliseo, con un firme discurso contra todo intento de profundizar la autonomía corsa.
Córcega es una de las trece regiones que, junto con los denominados “territorios de Ultramar”, conforman la República de Francia.
Se trata de la cuarta isla más grande del mar Mediterráneo, con una superficie de 8.680 km² habitada por trescientos mil franceses.
Córcega forma parte del territorio francés desde 1768, con una breve interrupción, entre 1794 y 1797 (Reino Anglo – Corso).
La isla de Córcega está situada a doscientos kilómetros al sureste de la Costa Azul francesa, al oeste de la Toscana y al Norte de Cerdeña. Posee un relieve predominantemente montañoso y boscoso, que le ha dado el nombre de “Isla verde”, en la costa sur predominan los acantilados escarpados.
La isla, con sus mil kilómetros de costas, entre ellos doscientos kilómetros de bellas playas de fina arena, es un escenario natural de gran potencial turístico, especialmente para el desarrollo de deportes náuticos.
Pese a su ubicación privilegiada en el Mediterráneo y sus grandes bellezas naturales, Córcega es una de las regiones más pobres y violentas de Francia.
Los grandes males históricos de Córcega han sido las continuas “vendettas” y el bandolerismo que han ensangrentado esa hermosa tierra.
También la violencia separatista tiene una larga tradición en Córcega desde los tiempos de Pasquale Paoli, en el siglo XVIII. En las últimas décadas, el Fronte di Liberazione Nazionale Corsu (FLNC), en el que confluyeron, en 1976, el Fronte Paesanu Corsu di Liberaziones y Ghjustizia Paolina, fue el principal grupo terrorista corso hasta 2014.
El FLNC fue responsable en la década de 1990 por la ejecución de unos quinientos atentados terroristas al año, cometidos tanto en la isla como en la Francia continental.
El 6 de febrero de 1998, en Ajaccio, un comando del FLNC asesinó al Prefecto de Córcega, Claude Érignag. Un joven llamado Yvan Colonna lo ultimó fríamente de tres disparos en la nuca cuando descendía de su auto, sin custodia, para asistir con su esposa a un concierto. El asesino y sus cómplices, Pierre Alessandri y Alain Ferrandi, cumplen actualmente condena de prisión de por vida en el territorio continental.
El 1991, la reforma administrativa creó la Colectividad Territorial de Córcega y transfirió a la Asamblea de Córcega (cuyos miembros son elegidos por sufragio popular), numerosas competencias en materia cultural, económica y social.
La mayor autonomía de que comenzó a gozar la isla y la división del FLNC en varios sectores, contribuyeron a pacificar gradualmente los ánimos.
En 2014, el FLNC anunció que renunciaba a la lucha armada y desde entonces no se han producido nuevos atentados terroristas.
En 2017, los diversos grupos separatistas (autonomistas e independentistas) se unieron para constituir el partido “Pé á Corsica” que, en la segunda vuelta de las elecciones, el 10 de diciembre, obtuvieron el 60% de los votos.
El separatista “autonomista” Gilles Simeoni se transformó en presidente del Consejo Ejecutivo y el separatista “independentista” Jean-Guy Talamoni en presidente de la Asamblea de Córcega.
Una ves que se hicieron con el control del gobierno de la isla, los separatistas comenzaron a impulsar un programa de cuatro puntos:
1.- La cooficialidad del idioma corso con el francés. El corso es una lengua neolatina aferente al área italorromance y conectada con el grupo de los dialectos de la región de la Toscana, en Italia.
2.- Un “Estatuto de Residente” que impida a los franceses que no establezcan su residencia permanente en la Isla adquirir propiedades en la misma, para terminar con la especulación inmobiliaria.
3.- Una amnistía para los llamados “presos políticos”. Actualmente, once separatistas cumplen largas condenas por terrorismo en la Francia continental.
4.- El reconocimiento constitucional de la especificidad de Córcega.
En el discurso de cierre de su visita, desde Bastia, la segunda ciudad en importancia de la isla, el presidente Emmanuel Macron presentó su visión y propuestas para Córcega. El mandatario galo habló sobre un fondo de diez banderas: cinco de la Unión Europea y cinco de Francia. Sin pronunciar ninguna palabra en corso, ni una bandera corsa, Macron contestó cada una de las demandas separatistas.
Las frases más significativas del discurso de Macron fueron las siguientes:
– “En la República, y aún antes de la República” -dijo- “hay una lengua oficial y es el francés”.
– “Córcega está en el corazón de la República.”
– Sobre el establecimiento de un Estatuto de Residente, señaló el presidente: “Sería contrario a nuestra Constitución y al derecho europeo.”
– “No se puede pretender que el producto de los impuestos de Córcega se quede en Córcega y no garantizar lo mismo a otras regiones”.
– “Estoy dispuesto a reconocer la singularidad de Córcega en la Constitución, debido a su geografía, a sus especificidades”. “No es ni Nueva Caledonia ni mi Picardía Natal”.
Finalmente, Macron advirtió a los corsos: “Córcega tiene que elegir: o mantener con la República un cara a cara que ha sido en ocasiones ruinoso y estéril o mirar hacia el futuro. Formar parte de la quinta potencia mundial es una ventaja inaudita. Aprovéchenla” – concluyo-.
Lógicamente, respuesta del presidente Macron no agradó a los dirigentes separatistas que calificaron el discurso como “una ocasión perdida” y “una tarde triste para Córcega”. Un portavoz separatista incluso, en un acto de soberbia, hizo referencia a las banderas francesas que enmarcaron el discurso presidencial diciendo: “También habríamos puesto la bandera de cualquier otro jefe de Estado extranjero en su visita oficial a Córcega”.
El separatismo es un dolor de cabeza para él presidente Macron, no sólo en Córcega sino también en otras regiones coloniales de Francia, especialmente, en Alsacia, Bretaña y también entre los vascos y catalanes que viven en territorio francés.
Al igual que le ocurre a su colega español, Mariano Rajoy, que debe luchar no sólo con el separatismo de los catalanes sino también con similares sentimientos de los vascos, los valencianos, gallegos e incluso canarios.
Es por ello por lo que tanto Macron como Rajoy deben pensar muy bien antes de tolerar o alentar las actividades propagandísticas del Frente Polisario desde sus territorios.
Frente al separatismo no se puede tener un doble estándar. Condenarlo cuando se produce en casa y tolerarlo cuando afecta a la casa del vecino.