Después de una semana de tensiones y negociaciones en la cúpula del poder de Zimbabue, y con el ejército controlando las calles, finalmente la crisis política parece haber entrado en vías de solución.
Después de 37 años de poder absoluto, el “Camarada Bob”, a sus 93 años, ha decidido finalmente dar un paso al costado y permitir que “el cocodrilo” Emmerson Mnangagwa, vicepresidente recientemente destituido por Mugabe, asuma la presidencia del país para completar el mandato presidencial.
Lamentablemente, el desplazamiento de histórico presidente Robert Mugabe no implica un cambio de régimen ni una transición hacia una mayor democracia en Zimbabue. Es tan sólo una disputa en la cúpula del poder, en el seno del partido gobernante desde la independencia, en 1979, la “Unión Africana de Zimbabue – Frente Patriótico” (Zanu – PF).
Para decirlo con las palabras de Giuseppe di Tomasso Lampedusa, en su célebre novela “Il Gatoppardo”: todo cambiará en Zimbabue para que nada cambie.
La crisis se desató por la ambición de la primera dama, Grace “Gucci” Mugabe que aspiraba a suceder al anciano dictador zimbabuense en la presidencia del país.
Grace Mugabe, de 52 años, era especialmente resistida en Zimbabue por ser sudafricana y por su vida descaradamente ostentosa en un país empobrecido y al borde de la hambruna.
La hoy ex primera dama se apoyaba en un grupo de jóvenes funcionarios, tan ambiciosos como ella, conocidos como la “Generación 40”, que lideraba el ministro Jonathan Moyo, aparentemente la eminencia gris por detrás de las aspiraciones de “Lady Gucci”.
La “Generación 40” se disputaba el poder con la generación de los históricos del ZANU-PF, formada por ex combatientes guerrilleros de los años de lucha por la independencia.
El líder de los veteranos es el ex vicepresidente Emmerson Mnangagwa, conocido por sus conciudadanos como “El cocodrilo”, porque según ellos nunca llora y sólo muerde más fuerte. Por lo que a sus partidarios se los denomina con sorna como el “Team Lacoste”.
Mnangagwa se desempeñó durante décadas como ministro de seguridad y goza del apoyo de las fuerzas armadas. En la década de 1980, Mnangagwa desempeño un activo papel en la guerra civil desatada entre las etnias shonas y ndebeles. Sobre “El cocodrilo” pesan serias acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos e incluso de haber llevado a cabo prácticas de “limpieza étnica”.
A principios de noviembre la situación detonó cuando Mugabe expulsó de su cargo de vicepresidente a Mnangagwa, que prudentemente huyó primero a Mozambique y luego se trasladó a Sudáfrica.
Pero, en la madrugada del miércoles 15, las tropas salieron a las calles, tomaron el control del país, sometieron al presidente Mugabe a arresto domiciliario y repusieron en la vicepresidencia Mnangagwa.
Los militares insistían en que no estaban produciendo un golpe de Estado y sólo exigían a Mugabe que presentará la renuncia a su cargo para permitir la normalización del país.
Pero, el anciano presidente se negaba tozudamente a dejar el cargo antes del vencimiento de su mandato en 2018.
Finalmente, el miércoles 22 de noviembre cuando el Parlamento había iniciado el proceso para realizar un juicio político y eventualmente destituir al presidente Mugabe entró en razón y presentó la renuncia.
Se ignora el destino final de la ex primera dama Grace Mugabe y sus dos hijos.
La renuncia de Mugabe fue inmediatamente objeto de ruidosas celebraciones en las calles de Harare.
Por lo pronto el calendario electoral que prevé elecciones presidenciales para el 2018 se mantiene, pero la presidencia en manos de Mnangagwa y el férreo control que el ZANU-PF mantiene sobre el país y sobre las fuerzas armadas no hacen prever mayores cambios en Zimbabue. Al menos en forma inmediata.