1. LOS CAMBIOS DE LA POST GUERRA FRÍA
En los primeros años de la Post Guerra Fría las principales potencias militares iniciaron un proceso de reducción del personal de sus fuerzas armadas. Los Estados Unidos, por ejemplo, en ese período redujeron sus efectivos militares de 2.100.000 a 1.400.000 hombres. Esta reducción acompañaba el proceso de distensión que siguió a los primeros años de la caída del Muro de Berlín, cuando se anunciaba el “fin de la historia” y algunos pensadores especulaban con un brusco descenso del número de conflictos internacionales.
También incidió en este proceso el empleo de nuevas tecnologías, en especial de armas inteligentes operadas por un número reducido de hombres, como por ejemplo los dispositivos electrónicos de vigilancia y exploración como los denominados “Swords” –acrónimo en inglés para los Sistemas de Armas Especiales para la Observación, Reconocimiento y Detección-[i] y drones.
En esta forma el gobierno estadounidense dio el primer paso hacia la formación de ejércitos mixtos de soldados humanos y máquinas guerreras autónomas propios de un filme de la Guerra de las Galaxias.
Pronto fue evidente, que los conflictos bélicos mutaban su naturaleza, pero no descendía ni en número ni en la virulencia de los enfrentamientos. Cuando el choque ideológico se transformó en choque de civilizaciones la violencia étnico – religiosa degeneró en violentos conflictos en regiones de escaso valor estratégico pero que terminaron involucrando a las potencias occidentales. Más aún, comenzaron a multiplicarse las denominadas “misiones de paz” y “actividades humanitarias” implementadas por los ejércitos que, aunque en raras ocasiones demandaban el empleo efectivo de la fuerza militar, implicaban el despliegue de numerosos contingentes militares en las más remotas geografías y su mantenimiento por períodos prolongados.
La multiplicación de sus compromisos militares globales ha obligado a varios países, pero especialmente a los Estados Unidos, a replantear el número de efectivos de sus fuerzas armadas e incluso a incrementar el reclutamiento de soldados. Pero, la incorporación de nuevos reclutas no ha sido un proceso sencillo pese a que el gobierno americano ha incrementado los incentivos económicos.
Las necesidades de mayor personal militar y otras consideraciones de orden político, como la de sortear algunas de las limitaciones que el Congreso o los problemas de posibles violaciones a los derechos humanos en ciertas operaciones militares, han llevado a las sucesivas administraciones estadounidenses a la contratación de empresas privadas de seguridad e inteligencia. Se trata de las denominadas “empresas de servicios militares”, que operando bajo la cobertura legal “consultores”, “especialistas” y “expertos”, constituyen verdaderas fuerzas mercenarias.
Los Estados Unidos incrementaron el uso de contratos militares externos durante los años noventa, debido a la citada reducción de sus efectivos militares, cuando el estallido de numerosos conflictos étnicos y regionales aumentó bruscamente la demanda de personal militar. Durante la operación “Tormenta del Desierto”, el Ejército estadounidense empleó a un “especialista” civil por cada cincuenta soldados regulares. Los conflictos étnicos de Bosnia Herzegovina, a mediados de esa década, y el de Kósovo, en 1999, hicieron que la proporción aumentara a uno cada diez, cifra que se mantuvo en ese nivel durante la Guerra del Golfo en 2003.
Las empresas de servicios militares comenzaron a crecer cuando durante la presidencia de George Bush, su secretario de Defensa, Dick Cheney, ordenó la realización de un estudio que determinó la conveniencia para los Estados Unidos de impulsar la privatización de su ejército. Aquel informe fue elaborado precisamente por una consultora de servicios militares Brown & Root Services -filial de Halliburton, que luego dirigiría el propio Cheney desde 1994 hasta que se incorporó a la vicepresidencia-. El estudio, que costó un total de nueve millones de dólares, demostraba que era mucho más rentable -tanto en términos económicos como políticos- delegar ciertas tareas militares en empresas privadas.
Poco más de una década más tarde, tal como estima Peter Singer, analista del Brookings Institution, un prestigioso centro de estudios internacionales de los Estados Unidos, las empresas de servicios militares manejan un negocio de 100.000 millones de dólares anuales y sus servicios incluyen el mantenimiento de sistemas de defensa o la modernización de las fuerzas armadas en países de los cinco continentes, la protección de minas de diamantes y pozos petroleros en las más remotas geografías del mundo y hasta la custodia de personal de la ONU y de ongs en misiones humanitarias en zonas de guerra.
Tal como afirma Rosa Towsend, corresponsal en Miami del diario español “El País”, las empresas de servicios militares “se encargan esencialmente de lo que los estados ricos no quieren hacer o los pobres no pueden hacer. Permite a los ricos reducir sus presupuestos de defensa concentrándose en guerras prioritarias para su seguridad y subcontratando el resto, y hace asequible a los pobres un nivel de poderío militar del que carecen”.
No obstante, la visión negativa y hasta jurídicamente condenatoria que rodea a este tipo de cuerpos militares, muchas veces totalmente acertada y justificada, actualmente existen razones para la creciente utilización de empresas de servicios militares. Por un lado, están las mayores demandas de seguridad, entre las que figuran las presiones del mercado, la generalización del crimen organizado transnacional, la inseguridad en amplias regiones del Tercer Mundo, la industria del secuestro, el terrorismo internacional y las tensiones políticas derivadas de la aceleración del cambio social, entre otros riesgos y amenazas a la seguridad en un mundo globalizado.
Las fuerzas militares y de seguridad en muchos países del Tercer Mundo, faltas de presupuesto, mal instruidas y con equipos obsoletos, frecuentemente minadas por la corrupción, no se encuentran en capacidad de satisfacer estas demandas de seguridad.
Por otro lado, los ciudadanos de los países prósperos del mundo tecnotrónico no se sienten proclives a incorporarse a la profesión militar cuando deben arriesgar la salud y la vida en remotas e inhóspitas regiones del planeta muchas veces por el mismo salario que obtendrían en otra actividad laboral menos riesgosa en su propio país. Mientras que sus gobiernos –y en especial los cuerpos legislativos- muestran resistencias a arriesgar a sus ciudadanos en los conflictos del Tercer Mundo, no obstante, deben proteger a sus inversiones e intereses allí.
En esta forma se crea una demanda de seguridad insatisfecha que es cubierta por las empresas de servicios militares que disponen de capitales para invertir en equipamiento sofisticado y reclutar a los profesionales de la seguridad mejor capacitados y con experiencia de combate, brindando ofertas salariales imposibles de asumir por los gobiernos.
En este contexto, es lógico que la comercialización de servicios militares privados constituya una “industria” en expansión.
En la actualidad, las empresas de servicios militares son compañías multinacionales que se encargan del apoyo logístico, labores de formación, seguridad, información, análisis de riesgos y mucho más. Operan en el contexto de un mercado abierto, trabajan varios “contratos” al mismo tiempo y presumen de su profesionalidad. Para implementar sus proyectos apelan a reclutar personal con experiencia militar o ex miembros de las fuerzas de seguridad. En general prefieren a individuos que registren experiencia de combate adquirida en zonas de conflicto y que, por tanto, han demostrado su idoneidad en situaciones de alto riesgo.
Muchos de estos expertos figuran en varias bases de datos, pasan rápidamente de un contrato –y de una empresa- a otro, llegando, en ocasiones trabajar como “contratistas” independientes. Aunque la mayoría de ellos muestra una alta capacitación técnica y dominan la utilización de elementos tecnológicos de última generación, otros recuerdan peligrosamente a los mercenarios de los años sesenta. En esa época los mercenarios se movían al borde de la legalidad cuando prestaban servicios en Biafra o en el Congo y se reclutaban por avisos en la revista “Soldier of Fortune”.
3. LAS VENTAJAS DE LOS EJÉRCITOS PRIVADOS
Los defensores del empleo de empresas de servicios militares señalan que las mismas permiten a los gobiernos contar con personal con conocimientos técnicos especializados, y que su empleo no demanda de autorizaciones políticas especiales para enviar personal a regiones conflictivas. En 1994, Estados Unidos contrataron a la empresa Military Profesional Resources International –MPRI- para que “asesorara” al gobierno croata. De esa manera, el presidente del país, Franjo Tudjman, obtuvo las ventajas de la ayuda militar estadounidense a través de una empresa privada. Londres también ha promovido contratos de este tipo en países donde empresas británicas tenían intereses comerciales. Algo similar ocurrió en Colombia, cuando el Congreso estadounidense aceptó proporcionar 1.300 millones de dólares en asistencia para la seguridad en el marco del “Plan Colombia”; pero impuso una cláusula, estableció que no podían permanecer en forma simultánea más de 500 soldados estadounidenses y 300 empleados civiles en territorio colombiano, tampoco podían participar directamente en combates. A mediados de 2004, el presidente Bush, bajo la lógica confrontativa exigió al Congreso incrementar el número de militares estadounidenses, de 400 a 800. Sin embargo, sólo le fue autorizado un incremento de 100 militares sobre los 400 en funciones.
El gobierno estadounidense burló estas limitaciones empleando personal perteneciente a diversas empresas de servicios militares que incluso en ocasiones se vieron involucrados en acciones militares directas.
Según otras informaciones, la empresa Lagie Aviation Service and Technology, Inc. –LAST-, subcontratada por la DynCopr, ayudó al teniente coronel Oliver North, durante el escándalo Irán – Contras de los años ochenta, a transportar armas y municiones para los insurgentes nicaragüenses en su lucha contra el gobierno sandinista.
También Rusia ha apelado al empleo de empresas de servicios militares, desde la época de los años noventa, en las guerras de la ex Yugoslavia.
En 2013, personal de combate de la firma rusa Slavonic Corpsera, con sede en Hong Kong, combatió con las fuerzas de Bachar al Assad en Siria. Aunque su desempeño no fue bueno, la compañía se disolvió tras una derrota sufrida en las inmediaciones de la ciudad de Sukhnak, al sur de Siria.
Al Assad se negó a pagar el contrato e incluso se incautó el equipamiento de los mercenarios. A su regreso a Moscú sus integrantes fueron detenidos por el FSB (Servicio Federal de Seguridad) acusados de intervenir militarmente sin autorización gubernamental, violando el artículo 348 del Código Penal de Rusia.
Los mercenarios rusos reaparecieron en 2014 en Ucrania. Efectivos de una firma sumamente opaca de servicios militares, Wagner Group, dirigida por Dmitry Utkin, un ex teniente coronel de la 2° Brigada de Spetznaz (Fuerzas Especiales rusas) trabajando para Moscú se desplegaron en la región de Donbass.
La región estaba inmersa en una guerra entre las repúblicas separatistas de Donestk y Lughansk y el gobierno de Kiev. En ese escenario habían entrado en acción diversas iniciativas “privadas” como el “Batallón Vasto”, desplegado en 2014, o una serie de grupos de heterogénea composición que va desde antiguos combatientes de Afganistán, aventureros, fanáticos extremistas y cosacos. Los ucranianos acusan al FSB y al GRU (el Departamento Central de Inteligencia del Ejército ruso) de estar detrás de la actividad de estos grupos.
En la autoproclamada República Popular de Lughansk, personal del Wagner Group habría cumplido además funciones de guardia pretoriana de su actual mandatario, Igor Plotinski, y colaborado en la eliminación de sus opositores internos.
Tras un buen desempeño en el conflicto ucraniano y con la experiencia adquirida en operaciones reales, los componentes de Wagner comenzaron a recibir adiestramiento en la base de la 10ª Brigada Especial del GRU, en la localidad de Molkino, territorio de Krasnodar. Luego son enviados a Siria con el mayor sigilo, desde del aeropuerto militar de Primorsko-Ahtarskiy, situado a unos 200 km de distancia del campo de entrenamiento.
Pronto los contratistas del Wagner Group fueron desplazados en Siria para cumplir “misiones especiales” antes de 2015, fecha en la que de manera oficial Rusia informó el envío de “asesores especiales” a sus bases en el país de Medio Oriente.
En 2016, entre mil y mil seiscientos contratistas del Wagner Group habrían mantenido una presencia estable y simultánea participando en zonas delicadas. Los contratistas rusos jugaron un papel decisivo en la contraofensiva que arrebató la histórica ciudad de Palmira de manos de los yihadistas del Daesh.
Recientemente, fuentes de inteligencia occidentales estimaban en otros dos mil hombres del Wagner Group acababan de ser transportados por vía aérea a Siria y que el total de contratistas rusos alcanzaría a cinco mil combatientes. Estos contratistas, que operan bajo la bandera del gobierno sirio, son ex militares pertenecientes a unidades de elite de las fuerzas armadas rusas.
Desde que fueron desplegados en Siria, los contratistas rusos han tenido aproximadamente quinientas bajas en combate, la mayoría de ellas mortales.
2. VENTAJAS DEL EMPLEO DE CONTRATISTAS DE SEGURIDAD
El empleo de estas empresas en tareas logísticas o de protección de objetivos secundarios permite que las fuerzas nacionales que son escasas estén disponibles para su utilización en operaciones estratégicas de mayor relevancia.
Los gobiernos que emplean a empresas de servicios militares suelen afirmar que los expertos privados resultan más económicos. Sin embargo, los informes existentes sobre la Guerra del Golfo indican que los civiles contratados para tareas de seguridad reciben sueldos muy elevados –20.000 dólares mensuales- que triplican lo percibido por un soldado reclutado. Otros afirman que las empresas privadas resultan más económicas porque los gobiernos ahorran los gastos de reclutamiento, formación y especialización del personal militar. Sin embargo, la mayoría de los civiles contratados han adquirido su capacidad para el trabajo militar y de seguridad cumpliendo funciones dentro de algún ejército nacional. Incluso algunos gobiernos han mostrado preocupación porque el atractivo de los altos sueldos abonados por las empresas privadas de seguridad atenta contra la capacidad de los ejércitos nacionales para retener al personal más calificado, en especial a cuerpos elite, de lucha antiterrorista, expertos en contramedidas electrónicas, etc.
El Brasil, en enero de 2005, las autoridades investigaron las actividades de dos ciudadanos alemanes: Frank Salewski y Heiko Helmut Seilbold quienes en representación del departamento de Seguridad Global de la firma Iveco International Corporation, intentaron reclutar en secreto a unos 500 militares y ex militares brasileños para cumplir misiones militares en territorio iraquí por un salario de entre 6.600 y 8.000 dólares mensuales. Militares y miembros de la Gendarmería Nacional de Argentina, que han participado de misiones de paz, a su regreso al país han declarado que fueron tentados por empresas de servicios militares para trabajar en forma privada. Incluso existen versiones que miembros de los grupos paramilitares desarmados en Colombia –sobre todo los que eran ex militares o tenían gran experiencia de combate- fueron reclutados para tareas de seguridad en Irak.
Probablemente, la mayor ventaja económica resida en el hecho de que la empresa privada de seguridad trabaja por contrato y una vez finalizado el mismo cesan los costos que ella ocasiona. Mientras que los soldados reclutados deben conservarse aún en períodos de paz y luego ocasionan erogaciones en forma de jubilaciones, pensiones, gastos médicos y otras compensaciones por las lesiones sufridas.
Por último, la actividad de especialistas privados disminuye las repercusiones sobre la opinión pública del empleo de personal militar. Tal como ha admitido la ex embajadora de los Estados Unidos en Colombia, Anne Peterson, si un especialista militar contratado por una empresa internacional de seguridad fallece en el transcurso de alguna operación la repercusión es mínima, es un empleado más que muere en un “accidente de trabajo”. Mientras que si el caído es un militar estadounidense llegará a Washington un ataúd con una bandera estadounidense y mucha gente comenzará a hacer preguntas y se llevará a cabo una investigación de cómo y bajo qué circunstancias se produjo su deceso.
Tal como veremos a continuación, las empresas privadas de seguridad constituyen en verdad filiales de holdings mayores que ofrecen también tecnología de computación, servicios de aviación, asesoría financiera y de administración. Por lo general, su directorio está integrado por antiguos y brillantes jefes militares, ex diplomáticos y ex funcionarios de organismos internacionales y hasta algún ex jefe de Estado en retiro.
En la mayoría de los casos, estas empresas son contratadas por gobiernos débiles. Su propuesta comercial es realmente atractiva: guardar la seguridad interna, aniquilar grupos sediciosos armados, formar e instruir a las fuerzas de seguridad y militares locales, crear e instruir los servicios de inteligencia, conformar cuerpos de elite o guardias de seguridad para los dirigentes locales, etc.
Las empresas de servicios militares firman contratos legales con organismos internacionales o gobiernos constitucionales. Sus dirigentes argumentan siempre que gran parte de sus tareas están al servicio de gobiernos legítimamente elegidos y constituidos o que desarrollan misiones “humanitarias” de mantenimiento de la paz.
4. LAS MULTINACIONALES DE LA GUERRA
Seguidamente mencionaremos las principales (aunque en modo alguno las únicas) empresas de servicios militares:
Academi
Academi es el principal contratista de Estados Unidos. Se conoce mejor por su antiguo nombre, Blackwater cambiado después de varios grandes escándalos por matanzas de civiles en Irak y Afganistán. La empresa, fundada en 1997, firmó el primer contrato (27,7 millones de dólares) con el Pentágono para el envío de sus tropas a Irak en 2003. Un año más tarde, ya recibió unos 320 millones de dólares por sus servicios. En total, hasta 30.000 empleados de esta empresa contratados por Estados Unidos pasaron por Irak.
G4S
Es la compañía con el mayor número de empleados del mundo, con más de 620.000. En 1901 el danés Marius Hogrefe creó una pequeña empresa de seguridad que con el tiempo se transformó el gigante G4S y se mudó al Reino Unido. En la actualidad, la mayor parte de su negocio son servicios de seguridad en bancos y aeropuertos por todo el mundo, pero también está presente en la protección de prisiones, puestos de control y asentamientos de Israel en Cisjordania. Además, G4S se encargó de la seguridad durante los Juegos Olímpicos de 2012.
Wagner Group
No existe oficialmente en ninguna parte de Rusia porque la legislación rusa, al menos por el momento, no autoriza la existencia de empresas de servicios militares. Sin embargo, recluta personal y lo entrena en la base de la 10ª Brigada de Tropas Especiales de la GRU, que se encuentra cerca de la localidad de Molkino, en Krasnodar en el Sur de Rusia, a unos ciento cincuenta kilómetros al noroeste del Mar Negro. Su CEO es Dmitry Utkin, un antiguo spetznaz.
Defion Internacional
La compañía con sede en Perú también tiene oficinas en países como Emiratos Árabes e Irak. Generalmente se dedica a reclutar contratistas latinoamericanos para misiones por todo el mundo. Aumentó su capital entrenando al personal de otra compañía militar privada, Triple Canopy, para la guerra de Irak. Envió a unas 3.000 personas a Bagdad.
aily.com
Aegis Defense Services
Esta compañía ha participado en misiones militares en unos 40 países, contratada por 20 Gobiernos e incluso por Naciones Unidas. Fundada en 2002 en Inglaterra, ahora tiene oficinas también en Estados Unidos, Afganistán y Bahréin y tiene unos 5.000 empleados. Aegis está presente en Irak, contratada por el Pentágono por casi 300 millones de dólares. En 2005 se difundió un vídeo que supuestamente muestra a los mercenarios de Aegis disparando contra civiles iraquíes.
Triple Canopy
La empresa fue creada en 2003 por un grupo de veteranos de las fuerzas especiales de Estados Unidos. En abril de 2009, cuando Blackwater estaba bajo investigación, sus contratos con Washington en Irak fueron asignados a Triple Canopy. Actualmente sus tropas cuentan con 1.800 soldados desplegados en Irak, con un contrato de 1.500 millones de dólares. Además, tiene varios miles de soldados alrededor del mundo, protegiendo incluso algunas instalaciones nucleares.
DynCorp
La empresa fue creada en 1946, bajo el nombre de “California Easter Airways Inc.” Por un grupo de pilotos norteamericanos que después de la Segunda Guerra Mundial decidieron fundar una empresa aérea de carga. Desde 1987 lleva su nombre actual. Prestó sus servicios en la guerra de Corea, Vietnam, en la Operación Tormenta del Desierto, en tareas de contrainsurgencia en El Salvador, Bosnia y actualmente son conocidas sus operaciones en Colombia e Irak.
Su casa matriz está en Reston, Virginia. Tiene aproximadamente veintitrés mil empleados desplegados en varias partes del mundo, cuenta con 550 clientes y sus ingresos anuales ascienden a 3.400 millones de dólares. El 98% de sus ingresos provienen de 34 instituciones gubernamentales estadounidenses, tales como el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa, el FBI, la DEA, el ejército, el departamento de prisiones, etc.
Tan sólo la dirección aeroespacial de DynCorp se ocupa del mantenimiento de 80% de las naves de la NASA y de 60% del parque de helicópteros con que cuenta el ejército estadounidense.
Desde 1997, la empresa tiene un contrato de seiscientos millones de dólares con el Departamento de Estado de los Estados Unidos. En la llamada “guerra contra las drogas”, fumiga desde el aire los cultivos de coca en Colombia con el herbicida glifosato, entrena a los pilotos de las fuerzas armadas colombianas, peruanas y bolivianas, y es responsable del mantenimiento de los helicópteros.
Su filial DynCorp Aeroespace Technologies, Inc. suministra pilotos, personal técnico y de mantenimiento para apoyar a la Brigada Antinarcóticos del Ejército y el programa de erradicación de la policía colombiana. Sus empleados vuelan helicópteros Black Haws y Huey II donados por el gobierno de los Estados Unidos mediante un contrato de 79.200.000 dólares. También entrenan pilotos y técnicos colombianos. Los pilotos colombianos son entrenados en el fuerte Ruker, de Alabama, para efectuar vuelos nocturnos en zonas de conflicto, a través de un contrato de 1.292.000 dólares.
En tanto que la filial DynCorp Aerospace Operations, Ltda. Suministra asesores para el programa de entrenamiento de perros antinarcóticos, especialistas en combustible, contadores, secretarias, conductores y varios tipos más de personal que presta servicios en el Ejército y la Policía de Colombia, así como a la sección antinarcóticos de la Embajada de los Estados Unidos en Colombia por un contrato de 4.875.017 dólares.
El contrato con el Departamento de Estado no establece que el personal de DynCorp deban participar de operaciones de combate en Colombia, mientras el personal militar estadounidense permanece como entrenadores en las bases militares. Sin embargo, fueron empleados de la DynCorp quienes intervinieron el 18 de febrero de 2003, cuando los guerrilleros de las FARC obligaron a un helicóptero de las Fuerzas Armadas Colombianas que realizaba fumigaciones a un aterrizaje forzoso en la región de Caquetá. Los mercenarios, con uniforme estadounidense, arribaron al lugar en tres helicópteros Huey II para rescatar al piloto colombiano, Giancarlo Cotrino, y mientras uno de ellos aterrizó, los otros dos le brindaban cobertura de fuego. Después de este incidente, el gobierno de Washington declaró que se trató un ataque de la guerrilla contra personal civil.
Unity Resources Group
Aunque su propietario es australiano, su sede principal se encuentra en Dubái. Se creó en 2000 y ya tiene unas 15 oficinas por todo el mundo, tres de ellas en Irak, país donde reforzó su presencia a medida que se iban retirando las tropas de la coalición internacional. En su historia hubo también dos grandes escándalos por tiroteos en Irak que provocaron la muerte de un profesor australiano y de dos mujeres civiles.
5. CONCLUSIONES
La privatización de la guerra permite a los gobiernos eludir las limitaciones que les imponen sus propios pueblos, las disposiciones del derecho humanitario y la presión de la opinión pública internacional desplazando su responsabilidad sobre las acciones militares y las eventuales violaciones a los derechos humanos sobre empresas privadas aprovechando las falencias que presenta la legislación internacional para controlar la actividad de estas empresas.
[i] SWORDS: Suele tratarse de vehículos robotizados, operados a control remoto, equipados con ametralladoras M2 40 y M2 49, cuatro cámaras, equipamiento de visión nocturna, etc. Por lo general, operan en base a baterías de litio.